Lo normal es pensar que
unos dedos acarician y
un cuerpo se estremece;
pero el cuerpo roza
y los dedos tiemblan,
también.
La poesía no obliga pero permite,
y por eso agradecemos y reconocemos,
mirar el mundo desde otro lado.
Así sabemos y,
al saber, nos acercamos
a la felicidad que,
al saber lo suficiente,
perdimos.
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