sábado, 28 de noviembre de 2009

eligiendo el camino

El de salvar el mundo,
el de noches de sexo
y aromáticos humos,
el de dias apurados
y noches insípidas;
ninguno de estos.
Lo siento por ellos, pero yo
no puedo dejar de elegir
el de sus labios brillantes,
el que tiene gatos negros
subidos a los tejados mojados,
el que tiene pequeñas sonrientes niñas
con globos verdes, y en las regordetas
rodillas tiritas blancas cuadradas;
no importan los árboles,
ni la niebla,
nada. Esa palabra absoluta y gigante:
nada, lo puede esconder;
nada, la puede esconder;
nada, reduce su luz
en nada.

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